Bonnie se fijó inmediatamente en la valla de seis metros de altura que rodeaba el conjunto de edificio. Los dos últimos metros estaban reforzados por una alambrada de púas en la parte interior. No era muy difícil encaramarse por la reja, pero cruzar esos último metros de alambre de púas requería pertrecharse de energía física, sólidos nervios y dos tenedores que podían ser sustraídos de la cocina. Bonnie contaba con los requisitos para tan peligrosa fuga: sólo le faltaban los tenedores y se prometió por todos los demonios que los conseguiría antes de veinticuatro horas.
